El lenguaje crea la realidad, dicen los psicólogos. "Si las personas definen las cosas como reales, éstas son reales en sus consecuencias", afirma el conocido teorema de Thomas. Al conceptualizar que algo es un "problema", inmediatamente vienen a nuestra mente términos tales como: barrera, obstáculo, afectación, solución difícil, bloqueo, complicación, enredo, diferencia entre lo que deseamos y lo que tenemos, y agreguen ustedes sus propios conceptos. Pero en el fondo, hay cierta reacción negativa y hasta pasiva. El calificativo "problema" nos puede dejar anclados en la búsqueda de razones y culpables.
Estimule a su equipo a hacer la siguiente acción: modifiquen el término “problema” a algo que deben hacer frente y llámenlo "situación por resolver". De inmediato la actitud se transforma en proactiva, creativa y orientada a la acción. La frase insinúa que tenemos un poder interior y propio para actuar, que el reto está presente y que resolverlo ya es una decisión. A su vez nos hace sentir responsables de hacer que las cosas ocurran y no esperar que otros lo realicen. Si proyectamos algo como "situación por resolver" el peso importante no está en el pasado o en el diagnóstico, sino en la puesta en marcha de acciones correctivas.
La manera en que usamos el lenguaje es decisiva. La interrelación entre él y el pensamiento es profunda y tiene consecuencias importantes. Para Miguel de Unamuno, "el lenguaje no es la envoltura del pensamiento, sino el pensamiento mismo". La reflexión de la forma en que definimos los contratiempos, retos y dilemas nos ayuda a realzar la calidad de diálogo en las relaciones personales y en el equipo de trabajo. La superficialidad y las reacciones temperamentales no suelen ser amigas de las soluciones inteligentes; por eso es que hay empresas adictas a los mismos "problemas" sin quebrar círculos viciosos por no plantearlos en forma diferente.
No se trata de argumentar que no existen problemas, pues eso sería ilusorio, sino de considerar cómo los definimos. Es más, como plantea Albert Einstein, su formulación es más importante que la solución. Si los planteamos como situaciones por resolver, inmediatamente nuestra mente se programa para solventar, disipar, remediar y hasta disolver.
Insistir en que tenemos muchos problemas nos acerca al club de las personas que se declaran "víctimas", no asumen responsabilidad por sus situaciones y culpan a los demás por ellas. Si trabajamos, en cambio, enfocados en la lista de lo que tenemos por resolver, seremos miembros de equipos protagonistas de sus propias y bien pensadas acciones.
Adaptado de INCAE
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