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Estrategia vs Reestructuración

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Las compañías exitosas son las que saben adaptar continuamente sus estrategias a los cambios del entorno. No sirve atribuir todos los males de la empresa a los problemas del entorno. El entorno es ahora más hostil que nunca, pero en muchas ocasiones hay un problema de mal management.

El objetivo de toda empresa es la búsqueda vehemente de la competitividad y para ello el manager tiene la obligación de cuestionar todo, de aplicar su creatividad poniendo siempre su gestión en tela de juicio. El buen directivo debe ir acomodando constantemente su estrategia y su compañía a unos mercados cada vez más dinámicos y cambiantes.

En mayor o menor medida, y según la situación de la empresa, deberemos hacer continuos ejercicios de reestructuración, de reingeniería y de reinvención de los negocios y de las estrategias.

Evidentemente si la empresa está en una fase de pérdidas o con dificultades importantes, reestructurar será la tarea más urgente ya que si no se hace no se podrá asegurar la continuidad. Pero incluso en empresas en buena situación hay que hacer constantemente el ejercicio de reestructurar, debido al ajuste que atribuyen los avances tecnológicos y la automatización y también por el acortamiento cada vez mayor del ciclo de vida de los productos.

1. Reestructurar: necesario pero no suficiente

Sin embargo, la reestructuración es una condición necesaria pero no suficiente para asegurar el futuro de la empresa. La reestructuración, por si sola, no asegura la competitividad de las empresas a largo plazo.

Probablemente con una reestructuración a fondo podemos solucionar un problema de subsistencia a corto plazo, pero es una solución para salir del paso momentáneamente. Cuando una empresa inicia y pone en marcha una reestructuración el mercado la premia. En efecto, mejorar la eficacia y la productividad, en definitiva, mostrar un camino hacia la mayor eficiencia, genera confianza entre los inversores, incrementando de forma automática el valor de las acciones en el mercado. Este hecho se constata siempre; cuando aparece en la prensa el plan de reestructuración de una empresa, las acciones suben en bolsa porque el inversor ya está descontando los beneficios futuros, asumiendo que la empresa será más competitiva después de la reestructuración.

Pero la experiencia y la historia dicen que esto no es así. Hacen falta otras cosas más importantes.

2. Reingeniería: necesaria pero tampoco es no suficiente

Si se reestructura, la segunda tarea, necesaria pero no suficiente, es la reingeniería, es decir, ya que nos quedamos con menos activos humanos y materiales (ya que no olvidemos que la reestructuración supone eliminar puestos de trabajo y equipos), deberemos optimizar los que nos quedan, suprimiendo todas aquellas tareas y funciones que no aporten valor a la empresa.

Pero quedarse aquí tampoco asegura la competitividad. Esta es una tarea, necesaria también, pero no suficiente para ser competitivo.

3. Regenerar la estrategia: necesario y suficiente

La tercera tarea absolutamente necesaria y, en este caso suficiente, estriba en una reinvención constante de nuestra estrategia. Y ahí interviene la visión del emprendedor, el saber captar las oportunidades del mercado y adaptar nuestras estrategias y también nuestra organización a los cambios que se van produciendo en el mercado.

Simplificando al máximo estos conceptos, diríamos que la reestructuración nos conduce a una estructura más pequeña, la reingeniería nos sitúa en el camino de lo mejor, y la reinvención en lo diferente en lo que hará que sorprendamos a nuestros clientes y les aportemos algo mejor que nuestra competencia y ahí entra desde la innovación, a la política de precios, a la publicidad y la promoción con nuevos productos e ideas, o nuevas formas de acceder al cliente. Las empresas de éxito son las que hacen cosas diferentes o mejor que su competencia, son las que ponen en marcha estrategias de ruptura.

Si analizamos las empresas de mayor éxito, pymes o grandes compañías, veremos que se cumplen infaliblemente estos principios y que dedican mucho más tiempo y esfuerzo a sumar que no a restar, a reinventar constantemente la empresa y regenerar sus estrategias más que a reducir costes.

Desgraciadamente, muchas empresas se esfuerzan mucho más en controlar el presupuesto, que en favorecer y dar rienda suelta a la creatividad de sus empleados, a favorecer el espíritu emprendedor, a asumir riesgos.

El presupuesto es el corsé de la estrategia y si encima los ejecutivos están incentivados económicamente por los resultados a corto plazo, estamos hipotecando el futuro de la empresa.

Vía IESE

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